En medicina estética, cada tratamiento que realizamos tiene un impacto real en la vida de nuestros pacientes. Por eso, no basta con aplicar técnicas por moda o costumbre: necesitamos entender qué funciona, por qué y para quién, basándonos en evidencia.
La metodología científica nos ayuda a hacer justamente eso. Reflexionar sobre cómo investigamos —y hacerlo con profundidad— nos permite:
• Mejorar nuestra práctica: al identificar qué aspectos funcionan mejor y cuáles deben ajustarse.
• Aumentar la calidad de los tratamientos: al aplicar protocolos basados en estudios confiables, no en experiencias aisladas.
• Formarnos como profesionales más críticos y responsables: capaces de cuestionar, investigar y evolucionar constantemente.
Como decía el investigador Roberto Distel, la reflexión sobre el método científico es clave para lograr avances reales. No se trata solo de publicar o conseguir fondos, sino de desarrollar una actitud crítica, creativa y comprometida que se traduzca en mejores resultados para nuestros pacientes