Como médicos, no basta con aplicar técnicas; debemos comprender sus fundamentos, limitaciones y posibilidades de mejora. Esto exige cuestionar la evidencia, generar nuevas preguntas y, cuando sea posible, colaborar en la producción del conocimiento. Tal como señala Distel, solo con una actitud reflexiva y comprometida podemos realmente identificar problemas relevantes, innovar con sentido, y ofrecer a nuestros pacientes no solo resultados visibles, sino también prácticas seguras y basadas en evidencia.
En última instancia, pensar científicamente es una forma de respeto: hacia nuestros pacientes, hacia nuestra profesión, y hacia nosotros mismos como agentes de cambio.